viernes, agosto 26, 2005

Sin comentarios...

Participan 5 políticos en 'Vil Brother'
Viven en carne propia las condiciones de la extrema pobreza desde hace tres días
24-08-2005
EFE.- México.- Cinco líderes políticos y un locutor mexicanos viven en carne propia las condiciones de la extrema pobreza desde hace tres días, cuando decidieron participar en el programa radiofónico "Vil Brother", que concluye este miércoles.

"Vil Brother" es una sátira del programa de televisión "Big Brother" (Gran Hermano) y tiene como escenario una humilde vivienda de techo de lámina, con paredes de madera, cartón y trapo, localizada en el central estado de Aguascalientes.

Los líderes políticos aceptaron el reto de vivir cuatro días en la vivienda de 18 metros cuadrados, sin servicios de agua ni luz eléctrica, que les hizo el conductor radiofónico José Luis Morales Peña.

"La idea del programa es vivir la extrema pobreza y poder realizar algo para poder combatirla", declaró a EFE Carlos Merino, productor del noticiero radiofónico Infolínea, organizador del evento.

La idea surgió después de que el alcalde de Aguascalientes, Martín Orozco, anunciara que ya no otorgaría más permisos para construir viviendas populares de 30 metros cuadrados.

A la convocatoria se sumaron Carlos Lozano, presidente del Partido Revolucionario Institucional (PRI), los diputados Gabriela Martínez, por el Partido del Trabajo (PT), Abel Sánchez (Partido de la Revolución Democrática) y Maurilio Elizondo (Partido Acción Nacional).

También Alfredo González, líder de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) en Aguascalientes y el propio José Luis Morales, director de Radio Universal.

La familia López García, compuesta por siete miembros, prestó su vivienda, a la que se bautizó como "la casa más pobre del estado" de Aguascalientes.

A cambio, la familia vive en un inmueble que les prestó el gobierno estatal.

Como en el programa de televisión, los integrantes de "Vil Brother" también tienen su presupuesto para vivir, en este caso de 50 pesos (casi cinco dólares) diarios para pagar sus alimentos.

El programa no otorga más premio a los participantes que el de haber vivido la experiencia de millones de mexicanos que están en extrema pobreza.

Fuente: Terra España

jueves, agosto 25, 2005

Taraf Goulamas

Lanzo una petición al aire, al todo: No perder la capacidad de asombro. Seguir sorprendiéndome como cuando era niña. Poder sentarme en el suelo y permitir que los sonidos tomen el mando de mi cuerpo y de mi mente. Olvidarme de todo... poner la mente en blanco. O en negro. Permitir a mis sentidos imponerse a los pensamientos. Vibrar. Descubrir sensaciones y compartirlas sin hablar. Aprender a interpretar una mirada, un silencio. Descubrir el sabor de lo desconocido. Y disfrutarlo. Y apropiarlo antes de dejarlo escapar.



Por casualidad caí en el edificio de Caixa Fòrum anoche. Digo casualidad porque, como tantas veces, asentí sin indagar demasiado. La música se escuchaba desde fuera y se antojaba. El decenso en las escaleras mecánicas era como si un telón de concreto se fuera abriendo y dejara paso a los músicos que ya habían comenzado.

No había encontrado a mis amigos aún. Pero eso era lo de menos. Comencé a descubrir poco a poco lo que estaba pasando. Mis ojos se encontraron con grupo de músicos que perfectamente podría ser de algún país de Europa del Este. Al indagar, supe que se trataba de un grupo procedente de Montepellier, que interpreta música gitana del sur de Rumanía al tiempo que cocina caracoles.

Los escuché por un rato y me encontré con mis amigos. Justo en ese momento, los músicos salieron del escenario en donde estaban, justo en el patio del edificio. Sin dejar en ningún momento de tocar, se introdujeron al recinto seguidos de toda la concurrencia. Poco a poco subieron por las escaleras mecánicas hasta llegar a la primera planta, en donde los esperaba un pequeño escenario recubierto por una alfombra. Siguieron tocando y mientras lo hacían, armaban una especie de carrito en donde después cocinarían los caracoles.

Previo homenaje y ritual de despedida, los músicos tomaron los caracoles y los colocaron dentro de la olla que tenían ya a punto. Y así, durante cada canción, con una mano en el instrumento musical y la otra en el culinario, añadían las cebollas, tomates y especias, a dueto entre los cuchillos y las trompetas.

"Una canción más y la receta está lista" anunció uno de ellos. Una vez finalizado en concierto gastronómico, los asistentes pudieron disfrutar de esta típica receta occitana.

miércoles, agosto 24, 2005

Matutino

Esta mañana encontré un nuevo correo en mi buzón. Breve, conciso, constante. Como una gota de agua que cae en la piedra y que espera paciente a que su ritmo sea escuchado por el tímpano de la constancia. Que se regocija con el ruido armonioso que genera en ese trayecto. Gota con destino incierto pero claramente poco alentador. Sin rumbo, pero tal vez también, sin pretenderlo. Trazo retórico que quizá se alboroza en si mismo, en su reflejo, en su autoconciencia. Que disfruta del mismísimo acto de caer. De generar ruido y de la posibilidad de ser escuchado. De perturbar o de arrullar. O no.

lunes, agosto 22, 2005

Necesito vacaciones!!!

De las vacaciones... Parece mentira, pero me siento más cansada que cuando salí de vacaciones. El pasado 5 de agosto tomé un avión con destino a Sevilla y ayer regresé desde Berlín. Kilómetros y kilómetros de barco, autobuses de todos los nieveles y calidades, aviones... que me llevaron por Andalucía, Marruecos y Alemania. Pero sobre todo, una colección de instantes, intantáneas y emociones que se quedan para la posteridad. Subiré fotos pronto.

miércoles, agosto 03, 2005

Los lunes al Borne















Cafe Tacvba en Barcelona
La banda mexicana mantuvo alto el listón a su paso por La Paloma

Por Karla Islas Pieck y
Carles Garcia i Olivé


Uno se pregunta qué margen queda para la improvisación en un directo que se nos aparece como un engranaje de maquinaria perfectamente engrasado donde se pueden saborear años de trabajo y oficio. Para muestra un botón: a una petición aleatoria del público, dicha maquinaria respondió sin pestañear, a la señal de “un, dos, tres, cuá”.

El micrófono había salido volando del escenario en una trayectoria precisa y suave, como en cámara lenta, y llegó a manos de uno de los asistentes. El vocalista del grupo lo había lanzado para que le pidieran una canción. La última del concierto. Había pasado más de media hora desde que el grupo se había despedido y retirado al backstage. Luego salió nuevamente al coro del típico grito de “uleeeeeros…” que delataba la gran presencia mexicana entre el público. Interpretó un par de canciones con lo que daba por finalizado el plan que constaba en la hoja fija en el suelo, que podíamos ver desde nuestros privilegiados lugares. Pero tras los aplausos y lo prendido de la gente, la banda anunció que tocaría 40 minutos más y comenzó a complacer las peticiones que lanzaba el público a gritos.

El cierre sorprendió a propios y extraños. Quedaba sólo una canción. El micrófono cayó en manos de un individuo que se quedó perplejo ante la acción del cantante. Lo sostuvo y titubeó. Pero finalmente logró pedir una canción: El Metro.

La conexión con el público fue total, mezcla de comunidad mexicana y autóctonos, ambos entregados a la banda constituyendo un canal de comunicación en ambos sentidos. No faltaron las banderas mexicanas y hasta una probadita de slam en la pista de la mítica sala La Paloma, que fue el escenario del concierto.

La mano pachona...

Al despertar no reconocí mi mano. Parecía ajena. Como si estuviera prestada por un muñeco hinchable de esos que se usan para hacer publicidad. La recorrí lentamente con la otra mano, pasando por cada rincón en busca de una explicación, de algún piquete. De alguna señal. Los dedos, más juntos que nunca, dejaban ver unas curiosas líneas rojas en las intersecciones.
Y me dió miedo. De pronto mi alma se separó de mi cuerpo y se fué lejos. A un futuro inexistente en el que todo mi cuerpo se hinchaba a trozos. Y comenzaba a flotar. A subir como la espuma de una cerveza en un día de verano. El aire nunca fué tan pesado y tangible. Y todo parecía pequeño y lejano.
Nada que un antihistamínico no pueda curar... bah.