viernes, diciembre 25, 2009

El año que termina...

El invierno parece una época propicia para la reflexión. Supongo que es el frío. También que los días son más cortos y parece que el tiempo libre en casa se distiende junto al radiador. Además, las reuniones familiares acentúan las ausencias y hacen evidente el paso del tiempo reflejado en el espejo de aquellos a quienes conocemos de hace tiempo y en los que somos capaces de reconocer las arrugas con más facilidad.

En estas fechas, miles de dilemas recurrentes cobran vida y se sientan a la mesa de la cena de navidad. Tienen forma de regalo, de brindis y de turrón. Pero, sobretodo, tienen el sonido del reloj. El cambio de año en el calendario se antoja como un momento propicio para hacer un alto en el camino, beber agua y mirar la hoja de ruta. Replantear el recorrido, buscar algún atajo o, incluso, cambiar de plan. Pero también para mirar el paisaje de nuestro alrededor. Aquellos parajes que a veces pasan a velocidad constante y se quedan como una línea de color vista de reojo.

Ahora quiero hacer un alto en el camino para contemplar lo mejor del 2009. Un año de reencuentros y de cambios. De viejos y nuevos amigos. De crecimiento en pareja. De viajes, mudanzas y visitas. De sorpresas, agitación laboral y nuevos proyectos. En esta parada quiero pensar también en cada una de las personas que han construido estos momentos conmigo y que han compartido las lágrimas y las sonrisas. Los éxitos y la incertidumbre. Las palabras y los silencios. Los encuentros y los desencuentros.

Y ahora, a beber un poco de agua, que la travesía debe continuar.