viernes, diciembre 25, 2009

El año que termina...

El invierno parece una época propicia para la reflexión. Supongo que es el frío. También que los días son más cortos y parece que el tiempo libre en casa se distiende junto al radiador. Además, las reuniones familiares acentúan las ausencias y hacen evidente el paso del tiempo reflejado en el espejo de aquellos a quienes conocemos de hace tiempo y en los que somos capaces de reconocer las arrugas con más facilidad.

En estas fechas, miles de dilemas recurrentes cobran vida y se sientan a la mesa de la cena de navidad. Tienen forma de regalo, de brindis y de turrón. Pero, sobretodo, tienen el sonido del reloj. El cambio de año en el calendario se antoja como un momento propicio para hacer un alto en el camino, beber agua y mirar la hoja de ruta. Replantear el recorrido, buscar algún atajo o, incluso, cambiar de plan. Pero también para mirar el paisaje de nuestro alrededor. Aquellos parajes que a veces pasan a velocidad constante y se quedan como una línea de color vista de reojo.

Ahora quiero hacer un alto en el camino para contemplar lo mejor del 2009. Un año de reencuentros y de cambios. De viejos y nuevos amigos. De crecimiento en pareja. De viajes, mudanzas y visitas. De sorpresas, agitación laboral y nuevos proyectos. En esta parada quiero pensar también en cada una de las personas que han construido estos momentos conmigo y que han compartido las lágrimas y las sonrisas. Los éxitos y la incertidumbre. Las palabras y los silencios. Los encuentros y los desencuentros.

Y ahora, a beber un poco de agua, que la travesía debe continuar.

viernes, diciembre 04, 2009

Desde mi terrado



Viernes por la tarde en Barcelona. Los colores propicios para reflexionar y para acordarse de Aguascalientes, con su fama de tener "los mejores atadeceres del mundo". Seguramente no es verdad, pero qué más da. Además, nací en octubre.

jueves, diciembre 03, 2009

El eterno retorno

Lo conocí con Aura, de Carlos Fuentes, y en ese momento me pareció un concepto surrealista de esos que captan lo más profundo de tu atención por un motivo irracional. Pocos años después viví en el número 13 de una calle llamada Sant Elm y comprendí que los ciclos giran sobre sí mismos en forma de espiral. No sé tocan en un punto, pero se solapan en una bidimensión en la que se nos antoja conocer el rumbo que seguirá la trayectoria de lo que conocemos como tiempo.
La espiral ha dado un nuevo giro y me ha llevado, sin pensarlo, a reencontrar viejas obsesiones como la percepción de la realidad, el tiempo y el espacio. La neurobiología, las matemáticas, la física, la filosofía y el impulso de seguir una nueva zanahoria.