2004
La nostalgia de un año más que se va resulta el pretexto perfecto para ponerse triste. Para hablar de lo rápido que pasa el tiempo y de las cosas que hicimos y de las que no logramos realizar. O para mandar correos a todo el mundo para expresar los mejores deseos, que no por repetidos y acartonados, falsos.El clima acompaña a la sensación de incertidumbre. Las esperanzas circulan por el aire sin aportar nada nuevo y sin resolver los antiguos círculos que rondan sin cesar por las neuronas, sin remedio aparente.
Las dudas y motivaciones parecen permanecer y sólo cambiar de forma, de nombre o de peinado. Las miradas, el límite de las cosas y los temores resultan constantes ineludibles en esta vida de adultos.
Sírvame este argumento exculpatorio para expresar mi más sincero reconocimiento y agradecimiento por haberse topado conmigo, de la manera que haya sido, a los personajes que aparecen en la descabellada historia de mi vida. A todos. A la señora del Forn de Pa, a la cajera del súper, a mi casera, al chofer del metro... incluso a los asaltantes que hace unos minutos me provocaron segregar adrenalina en Galerías Querétaro... cada persona con la que me he topado, un instante o miles, me ha aportado algo. Gracias a quienes me leen, a mis amigos cibernéticos, a los que con paciencia conservan una sonrisa y un buen abrazo cada año que vengo a México y a quienes me han acogido o comparten conmigo la aventura del exilio en Cataluña. Gracias por la complicidad, por los momentos divertidos, por los silencios, los triunfos compartidos y las lágrimas. Gracias a quienes me sirven de ejemplo y también, por qué no, a quienes me recuerdan lo que no quiero ser, a quienes me han lastimado o causado dolor, porque gracias también a esos momentos, hoy soy más fuerte.