lunes, mayo 24, 2004

Hoy platiqué con mi Gallo...

...dice la canción. Nunca mejor dicho. Esta mañana me desperté tarde, pero ya lo sabía. No pude profundizar en el sueño, víctima insomnio traicionero de esos que suelen aparecer cuando estás más cansada, quizá enfatizado por una extraña obsesión de querer aprovechar la noche muy bien para descansar profundamente y así poder recuperar un poco de lo que faltó dormir el fin de semana.
La poca luz que se cuela a través de las persianas de madera de mi ventana, por primera vez causó estragos en mi capacidad de conciliar el sueño. Eso, sumado a la ansiedad de no quedarme dormida para poder despedirme de Arturo a primera hora de la mañana, antes de que se fuera a México, me dejaron notar el paso inclemente los minutos, sin que hubiera manera de detenerlos mientras lograba instalarme en los brazos de Morfeo.
Así amaneció y, tomando un poco de valor, logré saltar de la hamaca y salir del nórdico en el que estaba enrollada al más puro estilo “canelón”. Café inminente para garantizar la dosis mínima de cafeína que me da la sensación de reactivarme. La música sonando, --a pesar de que es algo que no acostumbro y menos en esas condiciones— y el Gallo lavando la ropa. La nostalgia del fin de semana que se fue… está vez cargado de magia y de sensaciones diversas. De ilusión y en contraparte, de miedos. Saldo positivo.